viernes, 16 de mayo de 2014

SEMILLAS al VIENTOxPLANTAS y FLORESxESPÍRITUS INQUIETOS



SEMILLAS al VIENTOxPLANTAyFLORESxESPÍRITUSINQUIETOS 

“Deseaba respirar el aire de mi santuario, salí con dos mitades de manzanas con su centro de estrella en la mano y extrañada vi como caían unas semillas revoloteando delante de mí, me recordaba las semillas de alas de helicóptero, pero era imposible, allí no habían, y aun así cuando lo pensé fue cuando cayeron unas en mi cabeza. Vi mi manzana si había caído algo en ella, pero nada, pero si en el suelo, eran efectivamente semillas de helicóptero las que habían descendido desde un ángulo casi recto. Había percibido un viento extraño, sin embargo por la forma en que llegaron me parecía inusual lo sucedido.  Me refugié en una silla debajo del parrón, aquel lugar me recordaba mis ancestros, en sus cuatro esquinas los troncos eran de distintas  parras que arriba se entrelazaban creando  un techo de hojas ahora de colores tan diversos con la llegada del otoño, y aún uno que otro racimo que permanecía. Cada tronco tenía su historia, provenía de algún ancestro, alguno en su tiempo proveniente de algún gran viñedo, otro con el cariño de una gran matriarca, allí se entretejían dando racimos de todos colores, negros, rojos, translucidos, con sus matices y sabores únicos.

Miraba por si acaso veía aquellas ráfagas nuevamente, ¿Quienes podrían haber tirado juguetonamente aquellas semillas?, ¿realmente habría sido solo el viento o algunos pájaros?. Mientras me comía la manzana muy cerca de mí las largas flores de las boinas vascas con sus tonos amarillos brillantes se posaban al lado, veía como una abeja se  revolcaba en ese colchón de paraíso para ella. Aquel refugio era adorado por criaturas, mi gata le fascinaba subir por los diferentes tallos del parrón, era como un spa ágil para sus uñas inquietas.   

El otoño, los días más gélidos, eran adorados por los amarillos fosforescentes también allí, las Senecias, una enredadera de estrellas, cuyas semillas parecían nidos de pájaros, ahora estaban florecientes, tal fulgor que sus tonos parecías brillar, destellar amarrillo. Aunque sin descifrar del todo aquella brisa, me paré para volver a escribir, riéndome de la travesura de las semillas, ¿Quién sabe, mis ancestros habitaban en mi santuario, quizás a veces me animaran con pequeñas bromas?.”

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