La conmoción a lo lejos parecía hacerse habitual, tanto Endo como Ego no correrían ningún peligro, seguramente Elena los había atacado por sorpresa para probarlos nuevamente sin causarles mayor daño o al menos eso deducía según los últimos acontecimientos, ya que si hubiera querido matarnos, lo hubiera hecho.
Yo estaba haciendo guardia en la entrada a la habitación de curación donde estaba Aurea, cuando Elena llegó. Tenía muchas preguntas que hacerle, pero todas pasaron a segundo plano cuando me habló.
- Aurea morirá en la tercera noche aquí en Andora – Me paralicé anonadado, había percibido que algo raro le pasaba a Aurea, en instantes estaba muy cansada o se volvía repentinamente muy energética, su metabolismo no estaba del todo igual, pero ignoraba la causa, algo sucedía más allá de estar en un ambiente totalmente nuevo – Ella está envenenada Rayten, el filo con el que la herí estaba envenenado…– Perdí los estribos, deseaba despedazarla ¿Cómo se atrevía a decírmelo con tanta calma?... Perdí la noción de realidad mientras intentaba luchar. Solo recuerdo estar en una parte acuosa, una especie de lago fuera del castillo y escuchaba en sí una frase que ella había repetido ya varias veces – Tú puedes salvarla, existe un antídoto. Escúchame claramente, sé que no tienes por qué confiar en mí, pero si me escuchas lo entenderás. Explicaré desde el principio resumidamente…
Todos los que han sido traídos a la fuerza a Andora, no son solo seres tangibles sino que también existen 100 Dioses que reinan en diferentes elementos, pueden dar la sensación de ser tangibles gracias a la manipulación de su propia energía y los elementos, pero no lo son. Estos Dioses pertenecen a diferentes castas. Diez castas de diez dioses distintos y cada uno de ellos puede manifestar un arma divina que le entrega a un ser elegido, convirtiéndolo en su guardián.
Muchos de estos dioses, sobre todo los de las castas más altas, no les interesa tener un guardián, ni las guerras territoriales, que en sí, no afectan sus territorios. Pero ningún ser puede sobrevivir a la irá de un dios, sin ser protegido por un guardián o poseedor de un arma divina.
El problema con ustedes es la existencia del guardián del Dios de la Sangre, él vendrá el décimo día a destruirlos, tan solo por placer y si no poseen un arma divina, morirán.
Los estoy poniendo a prueba para ayudarlos a sobrevivir, no los tomaré como protegidos, solo puedo matarlos rápidamente si llegado el momento no tienen posibilidades de sobrevivir y puedan librarse de las crueldades del guardián del Dios de la Sangre.
El antídoto, que buscas, solo puede ser creado con la ayuda de dos seres, una guardiana de un Dios de la decima casta y una protegida de otra guardiana.
La situación es muy delicada, más allá de los límites de los bosques de mí dominio, existen los bosques de las guerreras ninfas. Su líder es la guardiana y la ninfa pareja de ella es la curandera de la que necesitas ayuda.
Muchas ninfas no son guerreras algunas solo son novias de otras ninfas, pero a ocurrido un grave conflicto en esta zona. El Clan de centauros sin la dirección de su líder Athos, ha raptado en hordas a ninfas para poseerlas a la fuerza y volverlas de su propiedad. Athos esta tratando de hacer una alianza con una guardiana divina, sirviente de otro dios. Una sirena de la cual está enamorado y correspondido, pero está ignorando la acciones de su clan. La guardiana de Sirena es la única que puede conseguir un ingrediente para crear el antídoto para Aurea, por ello debes ir más allá de los límites del bosque, para conseguir el antídoto con la ayuda de ellas dos, antes que terminé el tercer día, si lo haces, tendrá alguna posibilidad de sobrevivir en Andora, superando este desafío.
Que historia más absurda, había escuchado de Elena, intercambiado unas palabras y ahora me internaba más allá de los límites de los bosques alrededor del castillo. Los animales y seres que percibía se alejaban al sentir mi presencia y ahora me encontraba frente a frente con uno, un centauro y no estaba solo.
- ¡Impertinente criatura!, me interrumpes con mi cacería de esclavas, esta deliciosa piel para poseer… ¡Aléjate si no quieres ser presa de la cena de la fiestas del clan de los centauros!
Que ironía de bestias enloquecidas, poseía aferrada con una mano las dos delicadas muñecas de una ninfa con pequeñas y rasgadas vestimentas. Hablando de cena, parecía ebrio y no digno de la sabiduría que normalmente emanan los de su raza, según los cuentos de antaño. Quien iba a pensar que al ver uno por primera vez, terminaría devorándolo. Tenía bastante hambre y una gran, extraña y confusa empresa tenía por delante. Fue algo complejo abatirlo, pero su sangre y carne terminaron siendo un trofeo entre mis mandíbulas.
La joven ninfa se deslizó y arrancó apenas pudo, era libre.